Canto a Valentina

Ríete, Valentina.
Ríete, búrlate si quieres,
Pero por favor sonríe.

Que ya no soy solo yo
Sino todo el pueblo
El que no soporta más
Que portes una cara sombría.

Ríete, Valentina.
Alégrate, mira que hoy el sol
De nuevo ha querido adentrar
A tu celda de lágrimas vacías.
Que la aurora se ha vestido de gala
Tan solo para sentirse digna
De perderse en tu mirada.
Y la brisa ha prometido no soplar sus alientos
Más que para levantar tus cabellos dorados.

Hoy es un hermoso día…
¿Acaso no te das cuenta, Valentina?
Sal a tu balcón tan siquiera,
Quiero ver tu rostro,
Y que tu rostro vea de nuevo
La belleza de la estancia en esta vida.

Alégrate, que aquí estoy yo, Valentina.
Que he vuelto al pueblo solo para verte.
Y en esta ocasión he traído mi guitarra,
Y no solo eso, sino también un cesto de manzanas.
Mira, incluso te he escrito una canción, Valentina.
Solo a ti, solamente por ti, y únicamente para ti.
Vamos, te la tocaré, baja…

Pero antes, dime,
¿Por qué estás tan triste, Valentina?
¿Por qué estás tan triste?
¿Es acaso porque quien te dio la vida,
ahora ha delirado y acabado con la suya?
¿Es porque la cuarta estación, el invierno pasado,
Te ha arrebatado al único hermano,
A la criatura inocente, a quién tanto cariño tenías?
¿O será por la noche en la que a ambos velabas,
Y que inconcientemente leías sus cartas privadas,
Que te diste cuenta que era la verdad,
Que era la realidad, que desde hacía ya tiempo alguno,
Ninguno de ellos honestamente te amaba?

¿Es eso lo que te entristece, Valentina?
¿El descubrir que al final no es mutuo el amor
A quien uno tanto se lo ha profesado?
Es algo ciertamente digno de la locura.
Es algo que verdaderamente incita al odio.
No se le puede llamar desilusión,
Pues la ilusión nunca existió ante semejante arrebato.

Tú, puedes estar tranquila, Valentina.
Pues los objetos de tus pasiones
Ya no se encuentran entre los vivos.
En cambio, yo,
Debo de haber sido sellado con la marca del diablo.
Porque no hay instante, no hay parpadeo que pase
Sin que nubles mi vista y sin que te vea, Valentina.

Ha sido así siempre, Valentina.
Desde que éramos niños, Valentina.
Siempre yo detrás de ti,
Y tú por delante con la frente en alto
Arrastrando las piernas con cada paso
Creándote un egoísta y solitario sendero
Y yo, como tonto,
Tragándome el polvo que dejabas en el camino.

Me rodeé de ilusiones, de sueños, de fantasías.
Y sabiendo que no eran más que esto,
Aún así te perseguía, porque me querías.
Me hacías saber que me querías, pero no me amabas.
Tú solamente me querías.
Pero yo te amaba, Valentina.

Todos tus pretendientes te rechazaron.
Eso era de esperarse.
¿Quién si más que un loco se quedaría
lamiendo los pétalos de la rosa
Sabiendo que jamás llegará al néctar prometido?
Es más cuerdo el demente que se arrebata la vida
Que aquel que prefiera pasarla a tu lado.

Sin embargo, yo soy ese loco.
Yo soy quien aún te ama, Valentina.
Aunque tú nunca me hayas amado.

Y ahora lloras y me sonríes no porque me ames,
Sino porque no te queda nadie.

¡Qué ironía la de este mundo!
Donde ya que por fin me permites tomar tu mano,
Y llamarte mía aunque en verdad solo seas tuya,
Es entonces cuando mi sol desciende,
Arrivando el ocaso de mi vida.

Recuerda que la vida, Valentina,
Con todo y sus dolores y alegrías
Y aun viéndose horrenda y nada justa,
Es como una flor, querida mía.

Que si la flor marchita y muere…
Entonces llora, ¡Llora Valentina!
Y si la flor florece, renace, y vuelve a vivir…
Entonces ríe, ¡Ríe como nunca Valentina!

Pero si se va con el viento, a través del sendero,
Si se va y esta vez sabes con certeza que ya no volverá…
Entonces canta,
Si quieres, no por mí,
¡Pero canta conmigo Valentina!